domingo, 3 de julio de 2011

ORGULLOSOS








Hoy termina en Madrid la fiesta del orgullo gay. Hasta el próximo año tendremos que seguir estando orgullosos pero sin carrozas, sin que los medios nos hagan caso, sin llenar las calles de banderas pero orgullosos. Hace no demasiado tiempo no podría escribir estas lineas.no podríamos tirarnos a la calle a reivindicar nuestros derechos, no podriamos casarnos y todos los gays de generaciones anteriores permanecerían escondidos bajo disfraces de heterosexuales o condenados a la marginación y la soledad.








Hoy me he acordado de mi primer día del orgullo gay. Hacía pocos meses que había llegado a Madrid huyendo de una ciudad pequeña que me asfixiaba y de una mentira que estaba acabando con el personaje de ficción que había creado y que ya ni yo mismo reconocía.





Madrid era para mi un paraiso donde poder empezar de nuevo. Una oportunidad para darle paso al Bruno real que nadie conocía pero no iba a ser tan fácil. El falso Bruno se había hecho fuerte y no iba a dejar salir al Bruno marica que se moría por gritar a todo el que quisiera escucharle que era gay y que a partir de ese momento no iba a dejar que nadie le pisara.





Y allí estaba yo aquel sábado soleado por la tarde. En un lado de la acera con los ojos abiertos como platos observando toda esa caravana de arco iris que desfilaba delante mio y me invitaba a bailar, a sumergirme en ese mundo donde no importaba nada. Gays, lesbianas, transexuales, travestis, heterosexuales... todas las condiciones unidas en ese baile infinito. Todas esas caras alegres, las risas, los chicos musculosos saludando desde una carroza, muchos vestidos con plumas, mucha pluma sin vestido, plataformas sin final, purpurina, chicos guapos besandose, chicas de la mano, Alaska desde una carroza saludando y poniendo la banda sonora de ese mundo nuevo que se alzaba delante de mis ojos que intentaban no perder detalle de toda esa fiesta de color a la que deseaba asistir. Salir de esa acera gris desde donde siempre había visto mi vida pasar y tomar parte de esa reivindicación, gritar que era gay. Sentía deseos de decírselo a alguien pero no conocía a nadie. Mi corazón latía a mil por hora, emocionado. Aquello me parecía Oz, el mundo mágico de baldosas amarillas al que siempre quise ir para pedirle mi deseo al mago de oz, que me diera valor para poder quererme como soy. Y para salir de esa acera gris y sumergirme en la carretera del arco iris.





Y lo hice. Di dos pasos y me metí en aquel desfile. Casi sin darme cuenta ya era parte de ellos. Yo pertenecía a ese mundo. Después de toda una vida solo, pensando que lo que me pasaba solo me ocurría a mi y a dos degenerados mas como yo estaba rodeados de decenas de miles de personas que me entendían, y yo en dos segundos me sentí parte de aquel grupo que pedía los mismo derechos que el resto de personas. Parece increíble que haya cosas que se tengan que pedir. Pero en este país que llevamos construyendo desde que un señor sin escrúpulos y tras cuarenta años de dictadura dejo como un solar, todavía se siguen pidiendo derechos. Es verdad que cada vez hay mas libertad para todos pero falta camino por recorrer. Hay que seguir caminando por esas baldosas amarillas que una vez al año nos permiten pisar la calle y gritar a todo el mundo que aquí seguimos, que vamos a seguir pidiendo los mismos derechos que los demás, que somos iguales y que la fiesta, el baile y los disfraces no quitan seriedad a la reivindicación, porque todos los que ríen y bailan hoy lloraron cuando eran niños y los dedos delatores les excluían de una sociedad que no estaba preparada para recibirles.





Y yo, aquel Bruno al que le brillaban los ojos como a un niño el día de reyes, desfilaba orgulloso por aquella Gran Via, bajo los aplausos, la música, las banderas y sonreía como hacía tiempo no lo hacía. Respiré aliviado. Por fin me había encontrado. Me acepté. Y a la primera persona que se me acercó, recuerdo que para darme una pegatina con la bandera gay le dije : "Yo también soy gay"




"Por lo que aquí luchamos, cariño es porque un día a nadie le importe" Y me puse mi pegatina en el pecho.






Aquella noche acabé en mi cama con una bandera enorme del arco iris haciendo de sabana.





Debajo de esa bandera había un chico sin ropa.





No recuerdo como llegaron ninguno de los dos.












Aquella mañana los perdí a los dos.