domingo, 17 de abril de 2011

SOY UN GOONIE!!!


Cuando era pequeño, tan pequeño que aún creía que podía volar a través de la pantalla del viejo cine de mi barrio y convertirme en un goonie me creí el niño mas feliz del mundo. Durante dos horas a la semana. El tiempo que duraban mis sueños de celuloide. Allí en aquel cine de butacas de madera donde las entradas para niños costaban los mismo que una palmera de chocolate vivió el Bruno que nadie conocía. El Bruno que deseaba que nunca terminase la película para regresar al mundo donde no era el goonie salvador de su casa y la de sus amigos, allí donde no era el amigo de E.T el extraterrestre, en aquel mundo real donde no acompañaba al guerrero Atreyu a salvar al pais de Fantasia de las garras de la nada. Prefería quedarme en aquella butaca de madera empalmado imaginandome en brazos del mas guapo de los goonies (Mikey) o bésandome con Bastian en nuestra Fantasía, que era un mundo gay donde todos me respetaban. Pero ese mundo solo tenía los centímetros que ocupaba mi culo durante las dos horas que cada domingo me dejaban escapar de mi prisión para volar con todos mi héroes que formaban mi cuadrilla de amigos y que hoy en día lo siguen siendo, y cuando la tele recupera alguna de esas películas que me hicieron mi adolescencia mucho mas facil no puedo evitar pensar en Bruno, en aquel pequeño Bruno que se quedaba solo en el cine viendo los titulos de creditos de después de la pelicula, empalmado porque su imaginación había vuelto a jugarle una mala pasada, acostándose con alguno de aquellos guapos protagonistas que hollywood había puesto en bandeja en aquel cine de barrio donde todos los domingos a las cinco de la tarde viajaba a lugares de donde nunca quiso volver.

Un domingo me enteré que cerraban aquel cine. Entonces me quise convertir en un goonie y buscar el tesoro que salvase mi sitio favorito y que de paso me salvara a mi. Pero no hubo tesoro ni barco pirata ni final feliz porque mi vida no es una pelicula americana.

Y cerraron el cine, en la ultima sesión volvieron a repetir los Goonies, y en la escena final donde salvaban sus casas lloré. Lloré porque creí no encontrar el tesoro. Pero lo tenía en mis manos. El tesoro era todo lo que aquel cine había echo por mi. Tenía que dejarlo caer para yo seguir creciendo.

De mayor he seguido yendo mucho al cine. Y me sigo quedando en los títulos de créditos.

Porque me sigo empalmando.

Y siguen tirando cines.

Y yo sigo viendo barcos piratas alejarse en el mar.

sábado, 9 de abril de 2011

AMOR DE VERANO



Yo soy de invierno. Me gustan los días de lluvia, el sol detrás de las nubes, la nieve, el frío cuanto más mejor, los chicos con la nariz roja y vaho en la boca. Me encantan los abrigos, los charcos que salpican, la prisa cuando llueve, el pelo mojado, la luz de los días nublados, el color del mar cuando no hay cielo azul. Me gustaría 11 meses de invierno y uno de verano, para echarlo de menos.


Digo todo esto en mi defensa, en la defensa del mejor verano que recuerdo y que quise que nunca terminara. El único verano que pasé frío por dentro. Ese frío que nadie puede tapar, el frío que te hace tiritar el corazón, hielo en cubitos. Invierno en la sangre a 40 grados en la realidad.


Se llamaba Samuel tenía un año mas que yo, 17 y me prometió hacerme el chico mas feliz de mi barrio. Era el mes de agosto mas caluroso que se recordaba en San Sebastián. Yo bajaba todas las tardes a la playa, me gustaba sentarme en la toalla y leer un libro mientras mis ojos perseguían los cuerpos semi desnudos de todos los chicos que abarrotaban la playa en busca de agua donde remojarse. Yo necesitaba una ducha de agua fria cada cinco minutos. De pronto un eclipse solar en forma de chico me hizo sombra en mi metro cuadrado de toalla. Venía empapado de agua y sus gotas empezaron a mojarme a mi y a mi libro. Iba a enfadarme cuando le miré a los ojos y no pude articular palabra. Fue él el que habló. Yo permanecía hipnotizado por ese chico de acento andaluz que se dirigía a mi en términos que nunca había recibido por parte de nadie. Me dijo cosas como que hacía tiempo que me venía observando y que no se atrevía a acercarse a mi. ¿perdona? ¿hola? Si alguien me despierta...lo mato.


Desde aquel día todas las tardes nos dábamos un paseo a la orilla de mar hasta llegar a un lugar de rocas peligroso donde rompía el mar con bravura y que era poco frecuentado por la gente y allí a veces me cogía durante dos o tres segundos de la mano o me robaba un beso de un segundo que casi no tenía tiempo de paladear pero que me hacia sentir el adolescente mas feliz de mi barrio. Allí sobre aquellas rocas comenzamos a planear nuestro futuro juntos. Él que me llevaba un año me protegía de todos mis peligros y me pintaba un futuro juntos que me produjo insomnio aquel verano, solo pensaba en el.


Todos los días esperaba la hora para verle e irnos a pasear a aquellas rocas donde durante unos segundos nos sentíamos libres para amarnos ajenos a aquella sociedad que unos metros mas allá se bañaba en el verano mas caluroso del siglo.

Una tarde me cogió de la mano y me regaló un colgante con medio corazón. Todo lo cursi que se podía ser a los diecisiete. El se quedó la otra mitad y me dijo que si quería mañana me esperaba en la estación de tren para escaparnos juntos. Yo que llevaba ya varios días deseando oír algo parecido le dije que si. Aquella noche en mi casa me preparé la mochila. No recuerdo bien lo que metí pero no creo que hubiera sobrevivido mucho tiempo con aquello. Y me fui a esperarle a la hora citada como la penelope de serrat.


Pero no apareció. Ni él ni su mundo maravilloso que tenía guardado para mi.

Regresé a casa en el mismo instante en que se acababa el mejor verano de mi vida, allí todo transcurria igual, nadie me había echado en falta esas horas que estuve a punto de dejarlo todo por amor. Nunca volví a verle. Se lo tragó la tierra.


Un conocido común me contó hace un año que se casó con una chica. Y que llevaba colgado del cuello medio corazón. Yo no. El mio se quedó en aquella estación donde se quedaron mis sueños.


Me acordé hoy de Samuel porque volvió a hacer mucho calor. Por eso prefiero el invierno. Y sus sabanas frías y el calor de los abrazos.




Bucearon contra el Everest y se ahogaron

nadie les enseñó a merecer el amparo

de la Virgen de la Soledad

que pequeña es la luz de los faros

cuando sueñas con la libertad.


Joaquin Sabina

domingo, 3 de abril de 2011

MUJERCITAS



El primer libro que cayó en mis manos fue el de "Mujercitas".

Todavía me recuerdo tumbado en la alfombra de mi salón leyendo las aventuras de esas mujercitas que siempre quise ser.

Yo me sentía Jo. Siempre escribiendo teatrillos que luego interpretaba junto a sus hermanas. Jo quería ser chico y esa doble personalidad que ejercía muy valientemente para la época de la novela siempre me sedujo y quizás fuera el personaje que más me acercó a mi homosexualidad. Yo me enamoré de Jo porque en mi imaginación era un chico y la realidad de la novela, donde era la mas imaginativa de las cuatro hermanas me permitía de cara a mi mente todavía confusa con respecto a mi sexualidad amarle con la libertad que aquella sociedad que me rodeaba todavía no me permitía con un chico. Incluso cuando mi madre me preguntaba que era lo que me tenía atrapado devorando ese libro le decía abiertamente que me había enamorado de la personalidad de Jo que era una forma tramposa de presentarle a mi primer novio oficial. Hubiera dado todo por poder trasladarme a aquella América de 1861 y sentarme junto a mis mujercitas a la orilla de la chimenea mientras nevaba en la calle leyendo las cartas que les enviaba su padre desde el frente donde combatía en la guerra de la secesión. Aunque yo si me hubiera casado con el joven vecino Laurie. Recuerdo el olor de ese libro. Una noche mientras leía una aproximación de Jo y Laurie, que para mi mente eran dos chicos me empalmé. Estaba en mi cuarto y tuve que hacerme una paja. Allí, debajo de mis sabanas imaginandome una escena tórrida de amor. En el momento de mayor excitación un segundo antes de que me corriera entró mi madre en mi cuarto.

-Apaga la luz y a dormir.

Mientras yo me corría encima de la pagina donde estaba leyendo e intentaba disimular mi cara de puro placer y sacar una voz relajada que dijo.

-Ya terminé.

Aquel libro se quedó siempre con dos paginas pegadas con mi pegamento de semen y nunca las quise separar por temor a romper mi libro favorito así que nunca supe como acababa aquel encuentro entre Jo y Laurie. No se cuantas veces me leí aquel libro saltándome siempre aquellas paginas de las que intentaba pasar rápido si leía el libro en publico porque siempre me remitían un fuerte olor a semen, o como diría yo en aquella época "huele a polla". Seguramente fuera mi imaginación la que me traicionaba exagerando el olor pero el día que vi a mi madre leyendo el libro casi me da algo.

- Tenías razón, esta muy bien este libro de las mujercitas, pero Jo es un poco marimacho, no?

En ese momento llegaba a las páginas pegadas que ni corta ni perezosa tiro de ellas sin miedo y rompiéndolas.

_ Que asco, que se te ha caído aquí? Yo, fingiendo indignación le cogí el libro violentamente -Ya me lo has roto. Y me lo llevé a mi cuarto. Seguía oliendo a semen pero pude leer lo que pasaba entre los dos. Josephine, mi Jo, le daba calabazas al pobre Laurie y el único sexo que tuvieron los dos fue el tiempo que esas páginas estuvieron pegadas por mi semen adolescente.

Años después mis amigos me regalaron una edición de lujo de Mujercitas. Lo releo muchas veces. Abro por cualquier parte del libro y leo un trozo. Como una biblia. Cuando el azar me lleva a las escena de mi masturbación sigo oliendo a semen.

Y me gusta. Me lleva otra vez a mi alfombra donde me tiraba con mi libro favorito.

Pero ya no me excita.

He perdido la inocencia pajillera de mis trece años.

Ahora necesito de internet, o de Brent Corrigan, o de mi novio para masturbarme.


Y eso ya me jode mas.