viernes, 23 de noviembre de 2012

Volver.

"que al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver"     J.S.


Volver.

Volver a escribir.


Otra vez me vuelves a levantar en medio de la madrugada con los ojos como platos y los dedos martilleando el teclado intentando llenar una pantalla en blanco de vómitos y miedos, como si el otoño humedeciera mis recuerdos y las musas que dormían en verano se despertaran alborozadas a empujarme al abismo de mis memorias borrosas como los cristales que empaña la lluvia de mi estación favorita. Pero ya no escribo para perdonarme, ya lo hice, ni siquiera escribo para curar mi alma atormentada que se esconde detrás de las risas ahora escribo para volver.

Para volver a los lugares donde fui feliz, volver a los olores, a las lágrimas, a las risas, a los colores, a los fríos, a las noches que no quise que se acabaran nunca y el amanecer me estropeó, a los besos que me cerraron los ojos, a los sueños cuando se escapaban y cuando creía que los tocaba, al autobús que me trajo hasta aquí, y a todos los que me devolvíeron a casa.

Volver a los miedos.


 Volver a sentir el miedo de la primera vez de todas las cosas, volver a escuchar los "te quieros" cuando eran los primeros, volver a mi pataleo por no querer entrar al parbulario para patalear mas fuerte y agarrarme con mas fuerza a la puerta que me alejaba de los brazos protectores de mi madre y me introducía en aquella jaula de niños desdentados con batas ridículas, que pintaban garabatos, gritaban con su  lengua de trapo y al fin se alejaban de mi y me dejaban en paz mirando por la ventana, buscando una rendija por donde poder escapar un segundo antes de que descubrieran que me había meado encima.


Volver mucho mas tarde, al sitio de mi recreo que cantaba Antonio Vega, al sitio que me ponía de cara con

 la montaña, a un paso de saltar la verja y perderme en aquel frondoso bosque que todas las mañanas me llamaba, para atraparme y salvarme de todo, pero nunca llegué con la osadía de los valientes que no tienen nada que perder, y el día que subí mi pierna a la valla, el dia que mas cerca estuve de saltar me salvó la campana, el timbre que devolvía al rebaño a sus clases, fui el ultimo niño en regresar al padre nuestro de los hermanos maristas, por unos segundos me sentí capaz de saltar y correr hasta perder de vista a todos, a mis compañeros que se reían cuando leía en voz alta, a los Hermanos que me ridiculizaban poniéndome en pie, al simca 1000 testigo de mis silencios durante la vuelta a casa,  a la colleja del Hermano Juan el día que más cerca estuve de escapar y saltar la maldita valla por llegar tarde al padre nuestro de después del recreo y que provocó la carcajada general de quinto de EGB, reían tan fuerte que nadie escuchó mi silencio.

Volver años después  a primero de FP,  cuando me reinventé y descubrí que la única forma de que me quisieran era siendo lo que ellos esperaban de mi y me inventé un yo maravilloso para muchos y repugnante para mi, era el mismo yo que miraba por la ventana con los pantalones secos de no mearme y el corazón empapado de no creerme.


Aquel día la ambulancia se llevaba a alguien que no era yo. Todos bajaron al patio para verla de cerca pero yo me quede en aquella ventana del segundo piso de la clase de DibujoTecnico, a escasos metros y una pared  de los cristales rotos que precipitaron su caída. Los chistes sobre aquella chica se congelaron la mañana que suspendieron las clases y volvieron los padre nuestros. Ya no eran los Maristas, pero tampoco yo era yo y comenzaba a darme cuenta que acababa de empezar a huir pero muy despacio, tan despacio que pasaron muchos años, tantos que casi me olvido de mi.


Volver.


Volver a escribir.



Para esto me despiertas.

Para este viaje, prefiero los ojos como platos esperando que la luz del amanecer en mi ventana me los cierre.


Volver...


Volver a dormir.



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Para Marta y Raul, que en tiempo de crisis venden historias con final feliz que hace años compré.












lunes, 2 de abril de 2012

FUEGOS



El fuego me tranquiliza. Me relaja. No soy un pirómano aunque estos comentarios puedan llevar a la duda. Sería incapaz de hacer arder ni un papel, pero la visión de algo que arde y el sonido del fuego comiéndoselo todo me tranquiliza. La noche que ardió el Windsor estaba contemplándolo con una mahou en la mano, en el ático que mi casero tenia encima de donde vivía yo, unos días antes de que se descubriera el pastel, una semana antes de que huyera de Madrid dejandome solo en aquel solar de viviendas sin puertas, semana y media antes de que me robaran, un mes antes de salir con mis maletas a buscar un sitio donde dormir, pensando que volvía a empezar, que volvía a llegar a Madrid, que de nuevo estaba con los bolsillos vacíos.






Pero esa noche allí estábamos los dos, contemplando como ardía el Windsor con una lata de cerveza. El fuego relaja. Ver arder un edificio entero nos relajaba, el resplandor del fuego a lo lejos y el sonido de los coches de bomberos convertían Madrid en un ciudad en peligro. Pero nosotros estábamos a salvo. Eramos los que bebíamos cervezas mientras ardían los demás.



Me recordó a otros fuegos.



Fuegos peores.






Era un niño todavía, un pre-adolescente, no recuerdo bien mi edad, solo se que una explosión rompió la calma que reinaba en mi plazoleta . Yo miraba como los chicos pateaban el balón, de pronto, una explosión hizo temblar nuestros adoquines pintados de campo de fútbol, le siguió el sonido de mucho cristales que se rompían, luego gritos desgarradores. Los chicos que jugaban al balón y yo que no jugaba a nada comenzamos a correr hacia el lugar de donde venía el humo negro que comenzaba a cubrir el único día del mes de Junio que el cielo estuvo azul. Recuerdo a mi madre llamándome para que volviera hacia atrás, pero no podía de dejar de caminar hacia el coche que aún ardía en llamas, los chicos que jugaban al balón volvían sobre sus pasos con las caras desencajadas, habían llegado antes que yo, yo solo veía gente alrededor del fuego y el humo negro, seguí acercándome pisando los cristales que cubrían el suelo. La sirena de la policía comenzaba a sonar a lo lejos. Un vecino se acercó a mi y me dijo "Vete a casa, no mires, aquí no hay nada que ver". Tarde. Ya lo había visto todo. Aquel hombre carbonizado era un sargento militar, la mujer que gritaba desde el balcón su mujer, E.T.A había puesto fin a su vida. Lo leí todo en el periódico al día siguiente. Esa noche no pude dormir. Las siguientes tampoco. De pronto la rutina se volvió a instalar en mi barrio. Los niños volvieron a jugar a fútbol y yo les seguí observando desde fuera, de vez en cuando miraba al cielo a ver si el azul de aquel verano se volvía negro.






Y el fuego por dentro. Uno de esos veranos de cielos mas negros que azules, en los llamados años de plomo, cuando ETA era mas sanguinaria que nunca y mi barrio era cuna de etarras donde cada dos días subían las lecheras de los txakurrak como así les llamaban los que corrían delante de las pelotas de goma y en los frontones los días de verbena sonaba "lau teilatu" mientras yo embobado me volvía a enamorar de la persona equivocada.






Del que mas gritaba por la independencia de Euskadi, el chico que mas aplaudía cuando ardía una bandera española en el ayuntamiento de mi barrio, el primero en ponerse delante de las pancartas que pedían el regreso de los presos a euskal herria. El chico que vestía camisetas con la ikurriña mas grande del barrio, el que pintaba por las paredes sus sueños de libertad, el que un día mientras sonaba "lau teilatu" y la policía entró en el frontón a cargar vino a la grada donde yo empezaba a enamorarme de él y entre el barullo de la gente que corría en todas las direcciones se tiró encima mio y caímos los dos al otro lado del frontón, Él encima mio, escuchando las pisadas de la gente que saltaba encima de nosotros y los pelotazos que resonaban cada vez mas lejos y el, sudoroso encima de mi cuerpo me dijo muy bajito "lasai" ("tranquilo"), yo cerré los ojos y deseé que nunca se fuera de allí.






Y ese fue el unico acto sexual que yo tuve ese año y los años que le siguieron, pero nunca fuí tan feliz como durante esos segundos que lo tuve encima mio.



Un día lo vi como se lo llevaban esposado en una furgoneta, después de otra manifestación, gritó un Gora Euskadi medio afónico y sentí que me miraba.



Seguí mirando aquella furgoneta mientras se alejaba entre ruidos de sirena .






Y no le volví a ver.






En mi barrio hoy todos los días son de cielo azul.Ya no hay fuegos que apagar.






El mio se enciende cada vez que vuelve a sonar "Lau teilatu"






Pero ya solo son pequeñas brasas, el fuego de verdad se apagó el día que se lo llevaron.






Hace poco en una visita a mi barrio, lo volví a ver.






Empujaba el carrito de un bebé y llevaba una camisa de marca.






Parecía que no quedase nada de aquel chico que me enamoró.






Pero tampoco queda nada de mi.






Tan solo una canción.









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martes, 17 de enero de 2012

MADRID, VACIANDO BOLSILLOS.




Madrid, te debo una. Te debo una vida, la que me queda , que malgasto por tus calles,que hace mas de diez años me guiaron al infierno que anduve buscando desde que los Maristas me invitaron a arder en aquellas llamas.




Recuerdo el Madrid que descubría con los ojos como platos, sin pestañear para no perderme nada. El Madrid de chaperos a diez mil pesetas que me descubrían el mundo que había escondido tantos años, el Madrid del todo vale, el Madrid de "a quien le importa" que cantaba Alaska, el Madrid que un chico de provincias como yo, esperaba ansioso que le devorase.








El Madrid que me dio mi primer trabajo en una linea erótica, en el corazón de la Plaza de España, calentando a casados, camioneros, estudiantes, cuarentones, salidos, masoquistas..inventando personajes que no me atrevía a ser.








El Madrid que me dejó mi primera nochebuena lejos de casa en aquella Gran Vía lluviosa , esperando ningún taxi el día que mas solo me sentí desde que llegué a esta bendita y maldita ciudad. Mojado mirando las luces encendidas donde imaginaba familias cenando y con mi cesta navideña de cartón en la mano para que no olvidase que era Navidad, como cualquier personaje de mi admirado Berlanga y mi madre al teléfono escuchando las mentiras que le contaba mientras la lluvia me borraba las lágrimas de la cara, sin que me notara que me moría por volver.








El mismo Madrid que me hizo ser okupa en mi propia casa, ocupando un edificio de tres plantas solo para mi y para una stripper que balbuceaba castellano y me despertaba a las cinco de la mañana para que le abriese la puerta metálica de aquel edifico que poseí durante mas de dos meses. Y de tener un edificio para mi solo y para los ladrones que me quitaron lo poco que tenía, y me dejaron arrinconada mi dignidad me marché a una casa de 20 metros cuadrados sin pasar por la casilla de salida que dirían en aquel monopoly de Madrid, que por fin estaba jugando de verdad. Sin dados, sin dinero, sin propiedades..sin nada que perder.








El Madrid que me desvirgó en una litera de Vallecas un chico que nunca me dijo su nombre, porque como cantaba Sabina, cada noche tenía uno distinto.








El Madrid del Chueca de los cuartos oscuros, cuando salía a cazar a las cinco de la mañana, donde todo vale, y el alcohol ahoga los defectos, que el amanecer en otras sabanas descubre sin compasión.








El Madrid que me dejó coger de la mano a un chico sin mirar atrás, mirando a los ojos a los que me miraban el día que me cansé de esconder mis sentimientos en el mismo baúl que había escondido todo lo demás.








El Madrid que me dejaba caminar hasta perderme en sus calles, que me dejaba escribir en el Retiro cuando todavía escribía y juntaba letras con algo de sentido, antes de dejar de fumar.








Antes de dejar de perderme








Antes de hacerme mayor.








Madrid te debo una.








Dejame ir pagando.








Antes que vacíe mis bolsillos de tus recuerdos.




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domingo, 1 de enero de 2012

Once uvas



Que pena hacerte mayor, no creerte nada y verle el cartón piedra a las navidades.










Me gustaban mucho las navidades de cuando yo era mas pequeño, tan pequeño que creía en los reyes magos sin sospechar que nunca hicieran caso de lo que escribía en mi carta y me trajeran otros juguetes mas baratos ( se habrán equivocado de niño, pero jugaré con sus juguetes).El mejor regalo me lo trajeron cuando ya no creía en ellos, una maquina de escribir. Mejor así, porque ya tengo a quien agradecerselo toda mi vida. Esa maquina me cambió. Me dejó escribir los cuentos que salvaron mi vida.

Los reyes magos, si hubieran existido no me la hubieran traído nunca porque era muy cara. Me gustaba montar el belén y llenarlo de nieve absurda , adornar el árbol de plástico de navidad que dormía todo el año en el trastero y lo rescatábamos durante esas dos semanas como si no pudiéramos vivir sin el. Cada año estaba mas torcido y destrozado pero la patética imagen del árbol desnudo se transformaba en majestuoso cuando lo disfrazabamos de navidad. Me gustaba el ajetreo en mi cocina el día de nochebuena, el olor del marisco, mi padre cortando el turrón, la mesa grande del comedor, que nunca usábamos para cenar vestida con su mantel de navidad y su cubertería de los días especiales esperando a sus comensales, los anuncios de juguetes de la tele, me encantaba ir de puerta en puerta cantanto villancicos esperando alguna propinilla para gastarlo en chucherías.





Me gustaba el frío de navidad, la alegría de la gente en esas fechas, el villancico que no deja de sonar como banda sonora de todos los establecimientos donde entrabamos, el saludo de feliz navidad y prospero año nuevo que se enviaban unos a otros y otros a unos, me gustaba mucho la sensación de nervios en el estomago la noche antes de que Papá Noel apareciera en nuestros cuartos llenos de juguetes. La frase de mi madre de "vete a dormir ya, que como venga Papá Noel y te pille despierto no te deja los regalos", y fingir que dormía.





Me encantaban las navidades, incluso en Mujercitas, mi libro de cabecera siempre era navidad.










Me gustaría volver a esas navidades, y lo intento todos los años, y empiezo muy ilusionado, me dejo llevar, pero según pasan los días y sin poder evitarlo le veo la trampa a las navidades.










Ahora, justo ahora que los reyes magos me traen lo que pido aunque me lo quiten de mi bolsillo, justo ahora que no cubro de nieve el belén, ahora que paseo por el centro de Madrid y me emocionan las luces de colores, justo ahora que tengo a mis sobrinos que se creen a pies juntillas a los reyes magos, ahora que es cuando mas falta me hace creermelas, ahora que he pasado una de mis mejores navidades, soy tan idiota que no me las creo.










Ayer me comí once uvas pensando que eran doce.





No se que montón de maldiciones caerán sobre mi.





Estoy expectante.





De momento no pasa nada.





Una canción del YouTube me ha hecho recordar mis navidades.





A lo mejor ya están pasando cosas





....





Feliz 2012.

viernes, 11 de noviembre de 2011

EL CHICO DE LA FOTO 2, (intentando volar)



No hablaré del estilismo del chico de la foto, no se donde le compró el jersey mamá y no tengo ni idea de donde termina y empieza el pantalón, no se que abrocha el botón del medio y no recuerdo si el chico de la foto tenía cuello, solo sé que se pasó muchos años intentando volar.


Lloró durante dos semanas como lloran los valientes, a la puerta del parvulario que le separaba de las faldas de mamá, se agarraba a las puertas para que no se lo llevaran como si aquel primer curso de parvulario fuera la antesala del infierno, esos lloriqueos no le ayudaron para granjear amistades y allí, entre aquellas paredes empezó a estar solo. Por eso lloraba. Allí cuando se le secaron las lágrimas y los arboles le dejaron ver el bosque, dibujando garabatos empezó a volar. Y con la bata de rayas azules al cuello como una capa de su superheroe favorito, saltaba las escaleras de tres en tres para ver si en una de esas alzaba el vuelo. Se rompió mas de un diente, pero ya no lloraba. Saltaba desde los bordillos, desde los bancos de la calle, desde la barandilla, desde los maceteros de la calle, desde la cama y el día que lo intentó desde la ventana del primer piso donde vivía, su mamá le dio un cachete que le cambió la capa de rayas azules de lado. Y no lloró. Superman no llora.


El día que se equivocó y se colgó del cuello una bata de rayas rosas para volar le llamaron mariquita, y él que todavía no sabía que significaba esa palabra tampoco lloró. Y siguió intentando volar.


En los primeros carnavales que recuerda se disfrazó del Zorro, porque tenía capa y mamá no le quiso comprar el disfraz de supermán y con un bigote pintado con un corcho quemado y una espada de plastico, con su gorro y su Z salió a vengarse del mundo, pero cuando llegó a su clase descubrió que todos iban disfrazados del Zorro, todos menos uno, el primer chico que le robó su todavía minúsculo corazón, un niño vestido de Supermán.


Y aquella mañana intentando volar le rompieron su espada, le robaron su sombrero, le torcieron su zeta, le borraron el bigote y le pintaron de negro la cara, y cuando llegó a casa se fue sin hablar con nadie a su cuarto y no contó nada. Esa noche durmió con su capa. Esa noche soñó que volaba.


El chico de la foto merendaba bocadillos de nocilla en el salón con un vaso de TANG de naranja y con una servilleta donde echar las migas viendo la televisión que le ayudó a crecer.


Toda su infancia intentado alzar el vuelo y el día que de verdad se cansó de todo y decidió marcharse se dio cuenta que se puede volar sin capa, que hay un autobús que en siete horas te deja en Madrid pasando por Soria. Y aquella mañana que viajó sin mirar atrás, con una mochila y un bolso de viaje, con la cabeza apoyada en el cristal del autobús se imaginó con la bata de rayas azules al cuello volando por fin. Y voló muy alto, hasta perderse de vista en el sillón de un autobús que vio pasar todas las mañanas de su vida hasta que un día lo cogió.


Puedo volver a ver las películas de Supermán miles de veces sin cansarme. Porque cada vez que las veo vuelvo a ser el chico de la foto.


Ya no meriendo bocadillos de nocilla y Tang de naranja, pero sigo echando las migas de pan al suelo de mi casa.


Sigo saltando las escaleras de tres en tres, por si un dia vuelvo a volar.


Me siguen enamorando los chicos vestidos de Supermán.




Para Bea, la chica del supermercado que ya no vende Tang y no me deja volver a volar.




jueves, 27 de octubre de 2011

UNA CANCION PARA EL CHICO DE LA FOTO

LLUVIA EN LOS CRISTALES



Viví mi infancia y adolescencia en una de las ciudades donde mas llueve de España.





Me encantaba ver llover, me recuerdo embobado mirando a través del cristal la lluvia golpeando mi universo. Y mientras miraba, mi mente viajaba mas deprisa al país de las musas, que me permitían ametrallar mi vieja maquina de escribir olivetti, convirtiendo en cuentos que jamás leeré el país de mis quimeras que se veía detrás de las nubes que traían ese agua milagrosa que me hacía volar.





Lluvia en los tejados, lluvia en el monte, lluvia en las paredes, lluvia en los charcos, lluvia en los paraguas, lluvia en las personas, lluvia por dentro, lluvia que no se ve.










Llovía aquel viernes que suspendí Educación Fisica. Sabía que algo pasaba cuando las miradas furtivas de mis verdugos me señalaban, me temí lo peor al escuchar las risas nerviosas de quien sabe que algo muy gordo está a punto de suceder. En 5º de EGB,´ya suspendía todas las asignaturas menos Lenguaje, donde enamoré a mi profesora con mis redacciones y Educación Fisica que practicamente se aprobaba con la propia asistencia. Aquel día de lluvia tocaba examen y el profesor lo dejó claro. "El que venga sin el material deportivo, suspende. Todos con chandall y zapatillas de deporte". Diez minutos antes de salir no encontraba mi mochila. Me quedé solo en aquel vestuario buscándola. Me la habían escondido. Buscaba en todos los rincones sin éxito. ya escuchaba a mi profesor pasando lista y yo todavía sin vestir. Aquel semestre suspendí Educacion Fisica. Mi mochila estaba en el fondo de un water, habían meado encima. La encontré media hora después. No dije nada. Bronca de mi profesor. Bronca de mi madre. Sigue lloviendo. Diluvia.





Me encantaba ver llover. Podía pasarme horas mirando a través de la ventana. Siguiendo con la mirada los dibujitos que las gotas de la lluvia hacían para mi.





Cuando mi barrio dormía y me permitía escuchar el ruido del agua a veces abría la ventana para oler la lluvia y dejaba que me mojara la cara mientras con los ojos cerrados soñaba que aprobaba educación fisica.










Llovía la tarde que me quedé mirando al chico del quinto piso que me gustaba. Allí estaba mojándose con su chubasquero azul en mitad de la plaza. Estaba mas guapo todavía cuando se mojaba y el color de los días de lluvia lo hacían irresistible para mi. Entonces cerraba los ojos y me acercaba a el para decirle que me gustaba mucho, el me cogía de la mano y nos íbamos mojandonos a perdernos en el infinito de los días grises. Cuando abría los ojos el chico del chubasquero azul se besaba con la chica del tercero y se marchaban cogidos de la mano, corriendo pisando charcos. Más de un día pensé que nunca llovería para mi.










Y llovió. Llovió mucho. Gracias a dios.










Hoy llueve en Madrid. He vuelto a quedarme mirando embobado la lluvia a través de mi ventana.





Me gusta ver llover. Pero ya no llueve igual.





A veces me pregunto donde está la lluvia que me acompañaba de pequeño.





Hoy llueve distinto.





Pero llueve.










Lluvia en los tejados, lluvia en el monte, lluvia en las paredes, lluvia en los charcos, lluvia en los paraguas, lluvia en las personas, lluvia por dentro, lluvia que no se ve.




















Para Rafa, porque tenía razón..hoy era un buen dia para escribir.

martes, 16 de agosto de 2011

EL CHICO DE LA FOTO



Mirale. El chico de la foto sonríe con la pureza que te da la inocencia de los siete años. Un verano antes de que se olvidara de hacerlo. Fue un verano de los poquitos que guardó en su memoria, el resto los tiró. Solo guardó los inviernos que la memoria le escondió en su cd rom selectivo.








Luego, dejó de sonreír en las fotos y mas tarde ya no salía en ellas, las esquivaba como si no quisiera dejar constancia de su paso por esta vida. Un verano después de aquella foto decidió apearse del mundo y en un bloc de tapas azules escribía los garabatos que creaban un mundo ideal para él. En aquellas páginas cuadriculadas dibujó un mundo donde los chicos como él, que se enamoraban de lo prohibido, que guardaban secretos que el miedo les impedía contar pudieran sonreír como el chico de la foto. Y orgulloso de ese mundo maravilloso que había creado lo guardó celosamente para que nadie lo descubriera. Cerró con llave su burbuja sin darse cuenta que aquel lugar donde solo cabía él, era peor que el que le esperaba fuera, y se fue axfisiando envuelto en mil mentiras que ya no distinguía ni él.










El chico de la foto pronto decidió dejar de hablar, en su clase ninguno de sus compañeros habían oído el timbre de su voz, no sabían nada del chico que se sentaba en el último pupitre a escribir cuentos para él en un bloc de tapas azules. Algún hijo de puta le escuchó llorar antes que hablar, el día que decidió que no lloraría más. Tragó tantas lágrimas que mas de un día casi se ahoga.










El chico de la foto sueña cosas que no se atreve a contar porque nadie le explicó que el amor es libre, porque el libro que hablaba de sexo se encontraba en la estantería mas alta de la casa y el día que reunió suficiente valor para abrirlo descubrió que se habían olvidado de él. Porque los hermanos Maristas en la única clase que prestó atención, aquella que hablaba de sexo se volvieron a olvidar de él, de el chico de la última fila que escribía libertad en un cuaderno de tapas azules tantas veces que un día olvidó lo que significaba.










El chico de la foto, cuando recibió la visita de su pubertad y la adolescencia le puso en el limite donde debía dejar de fingir un personaje que ya nadie sabía donde empezaba la verdad y donde terminaba la mentira decidió seguir inventandose. Seguir haciendo la mentira mas grande del mundo le resultaba mas cómodo. Y comenzó a mirar la vida desde la barrera. Como si el mundo girase delante suyo pero sin contar con él. Amó a muchos chicos que jamás lo sabrán y cuyos nombres apuntaba en su bloc de tapas azules y que besaba por las noches en su almohada de flores azules, testiga muda de todas las lágrimas que derramó en muchas noches de aquellos veranos que se perdió.










El chico de la foto se ríe de él mismo, sabe que no lo tendrá fácil pero sobrevivirá a la sociedad que le rodea y sobre todo a él mismo. Un día alguien llamará a su burbuja de cristal y harto de estar harto abrirá la puerta y saldrá. Decidirá que quiere dar vueltas en este mundo. Que él también formara parte de esto. Que ya no se sentará en la última fila. Un dia tirará su bloc de tapas azules porque decidirá que es mejor gritarlo y los próximos chicos de los que se enamoré lo sabrán, le darán algún beso y mas de un bofetón, se escapará para buscarse, comenzará a coleccionar veranos y el día que coja valor escribirá en un blog todo lo que lleva dentro para sentirse mas libre.










Ha vuelto a ponerse pantalones cortos parecidos a los de la foto, sigue usando sandalias en verano, no descarta ponerse tirantes, pero nunca volverá a sonreír como el chico de la foto, porque esa sonrisa solo te sale cuando tienes la pureza de los siete años y toda la vida por delante para que te la vayan borrando.










El chico de la foto hoy es feliz.










El chico de la foto soy yo.






Para Mario, Pi, Pablo, Santa, Jabier, Gorka, Iker, Peio, Fletxa, Omar, Ivan, Nacho,  Eneko y los demás que un verano que no tiré llamaron a mi burbuja y sin saberlo me salvaron la vida, porque si algún dia se vuelve a cerrar seguiran llamando. Gracias.



domingo, 3 de julio de 2011

ORGULLOSOS








Hoy termina en Madrid la fiesta del orgullo gay. Hasta el próximo año tendremos que seguir estando orgullosos pero sin carrozas, sin que los medios nos hagan caso, sin llenar las calles de banderas pero orgullosos. Hace no demasiado tiempo no podría escribir estas lineas.no podríamos tirarnos a la calle a reivindicar nuestros derechos, no podriamos casarnos y todos los gays de generaciones anteriores permanecerían escondidos bajo disfraces de heterosexuales o condenados a la marginación y la soledad.








Hoy me he acordado de mi primer día del orgullo gay. Hacía pocos meses que había llegado a Madrid huyendo de una ciudad pequeña que me asfixiaba y de una mentira que estaba acabando con el personaje de ficción que había creado y que ya ni yo mismo reconocía.





Madrid era para mi un paraiso donde poder empezar de nuevo. Una oportunidad para darle paso al Bruno real que nadie conocía pero no iba a ser tan fácil. El falso Bruno se había hecho fuerte y no iba a dejar salir al Bruno marica que se moría por gritar a todo el que quisiera escucharle que era gay y que a partir de ese momento no iba a dejar que nadie le pisara.





Y allí estaba yo aquel sábado soleado por la tarde. En un lado de la acera con los ojos abiertos como platos observando toda esa caravana de arco iris que desfilaba delante mio y me invitaba a bailar, a sumergirme en ese mundo donde no importaba nada. Gays, lesbianas, transexuales, travestis, heterosexuales... todas las condiciones unidas en ese baile infinito. Todas esas caras alegres, las risas, los chicos musculosos saludando desde una carroza, muchos vestidos con plumas, mucha pluma sin vestido, plataformas sin final, purpurina, chicos guapos besandose, chicas de la mano, Alaska desde una carroza saludando y poniendo la banda sonora de ese mundo nuevo que se alzaba delante de mis ojos que intentaban no perder detalle de toda esa fiesta de color a la que deseaba asistir. Salir de esa acera gris desde donde siempre había visto mi vida pasar y tomar parte de esa reivindicación, gritar que era gay. Sentía deseos de decírselo a alguien pero no conocía a nadie. Mi corazón latía a mil por hora, emocionado. Aquello me parecía Oz, el mundo mágico de baldosas amarillas al que siempre quise ir para pedirle mi deseo al mago de oz, que me diera valor para poder quererme como soy. Y para salir de esa acera gris y sumergirme en la carretera del arco iris.





Y lo hice. Di dos pasos y me metí en aquel desfile. Casi sin darme cuenta ya era parte de ellos. Yo pertenecía a ese mundo. Después de toda una vida solo, pensando que lo que me pasaba solo me ocurría a mi y a dos degenerados mas como yo estaba rodeados de decenas de miles de personas que me entendían, y yo en dos segundos me sentí parte de aquel grupo que pedía los mismo derechos que el resto de personas. Parece increíble que haya cosas que se tengan que pedir. Pero en este país que llevamos construyendo desde que un señor sin escrúpulos y tras cuarenta años de dictadura dejo como un solar, todavía se siguen pidiendo derechos. Es verdad que cada vez hay mas libertad para todos pero falta camino por recorrer. Hay que seguir caminando por esas baldosas amarillas que una vez al año nos permiten pisar la calle y gritar a todo el mundo que aquí seguimos, que vamos a seguir pidiendo los mismos derechos que los demás, que somos iguales y que la fiesta, el baile y los disfraces no quitan seriedad a la reivindicación, porque todos los que ríen y bailan hoy lloraron cuando eran niños y los dedos delatores les excluían de una sociedad que no estaba preparada para recibirles.





Y yo, aquel Bruno al que le brillaban los ojos como a un niño el día de reyes, desfilaba orgulloso por aquella Gran Via, bajo los aplausos, la música, las banderas y sonreía como hacía tiempo no lo hacía. Respiré aliviado. Por fin me había encontrado. Me acepté. Y a la primera persona que se me acercó, recuerdo que para darme una pegatina con la bandera gay le dije : "Yo también soy gay"




"Por lo que aquí luchamos, cariño es porque un día a nadie le importe" Y me puse mi pegatina en el pecho.






Aquella noche acabé en mi cama con una bandera enorme del arco iris haciendo de sabana.





Debajo de esa bandera había un chico sin ropa.





No recuerdo como llegaron ninguno de los dos.












Aquella mañana los perdí a los dos.
























lunes, 30 de mayo de 2011

MI PRIMERA COMUNION



Y la última gracias a Dios.










Hice la comunión como todos los niños, por lo menos los de mi generación por dos razones, la primera por los regalos y la segunda porque no pude elegir. Nadie me preguntó y en el colegio de los Hermanos Maristas te llevaban preparando desde Primero para ese momento. Una semana antes tuvimos que confesarnos para recibir limpios de pecados el cuerpo de Cristo.




Yo por aquel entonces ya me pajeaba pensando en el delegado de mi clase, y por supuesto no pensaba decírselo al Hermano Anastasio ni bajo secreto de confesión. Así que ya sabía de antemano que recibiría el cuerpo en pecado y por lo tanto, como decían los hermanos Maristas arderíamos en el Infierno. Cuando me hice mayor comprendí que aquel infierno era el plan mas sugestivo que me podía ofrecer la iglesia, es más, en algunos cuartos oscuros de Chueca creo que habité en el infierno. Al Hermano Anastasio le confesé que había jurado en vano, que me peleaba con mi hermano y que hacíamos carreras de padrenuestros a ver quien rezaba mas rápido, cosa que le escandalizó tanto que me alegré de no confesarle lo del delegado y mis pajas que acabarían volviéndome ciego. Me recetó una decena de Aves Marías y me despidió con un cachete cariñoso en el culete, costumbre que tenía con todos los niños y que cuando crecí empecé a ver cierta perversión en ese ritual.




Durante la catequesis me enamoré para variar del más macarra de la clase. Andrés. Me gustaba muchisimo, era el niño mas guapo que yo había visto en mi vida. Me pase todo el curso precomunión admirándole en silencio.




El día de la comunión, un trece de mayo que no dejó de llover, allí estaba yo en mi casa con mi traje de marinero (otro icono gay) y mi corte de pelo a lo cazuela y una cruz de madera que me colgaba del cuello como una penitencia. Mi madre mas arreglada que nunca nerviosa por que todo saliera bien, la comida, los invitados, la misa....posaba ante la multitud de flases que mi familia muy a pesar mio trataba de inmortalizarme vestido de esa guisa para recibir a Dios,




Salimos hacia la iglesia, me senté con el resto de niños de mi generación y la suerte quiso que Andres se sentara al lado mio, estaba guapisimo vestido también de marinero y alimentando mis fantasías eróticas mas oscuras. Siempre he sido muy precoz con mi imaginación en temas eróticos. Durante la aburrida ceremonia entre bostezo y bostezo Andrés sin querer deslizó su mano a mi pierna, no se dio cuenta y durante mas de tres segundos estuvo apoyado en mi pierna temblorosa. En ese instante una erección improvisada me visitó, justo en el momento mas inoportuno porque en ese instante el cura nos mandó poner de pie e ir uno a uno en fila a comulgar. No se si alguien se ha puesto un traje de marinero pero el efecto erección es tan evidente como en un chandal de seda. Así que muerto de la verguenza mientras caminaba hacia el altar me trataba de tapar con una mano mientras pensaba en cosas horrorosas para bajar aquel bulto traicionero. Veía a mi madre sonreirme desde el banco de las madres y muchos flases inmortalizando mi erección.





Así que recibí a Cristo en erección.




No me libra del infierno ni Dios.






En la foto de grupo me tocó a Andrés delante mio, yo seguía con mi erección así que creo que le punteé sin querer, en la foto que me encontré años después le noto una cara como de "Que esta pasando ahí atrás" y mi cara de "a mi no me miren"






Mi madre decora su salón con mi foto vestido de primera comunión. Cada vez que voy a casa la giro para no verme, pero ella vuelve a ponerme de frente.






Quizas ese es el niño que quiso tener.



El marinero con cara de ángel que besa la cruz de madera.



Años luz de lo que me convertí.



Ya no giro la foto



No queda nada de aquel niño en mi.




Quizás la mirada perdida.



Y el morbo por los trajes de marinero.









viernes, 13 de mayo de 2011

LA PUERTA DE HIERRO




Ayer por la noche estuve bebiendo con un amigo y arreglando el mundo entre los dos. Cuando uno bebe parece que las verdades afloran con mas facilidad y a mi que soy un mentiroso patológico el alcohol me actúa como el suero de la verdad.





Siempre que bebo acabamos hablando sobre mi infancia, ese sitio de mi recreo que tengo estacionado en mi memoria y cada vez que se activa sale como un toro bravo al exterior, corneando a diestro y siniestro. Pero nadie me ha hecho nunca la pregunta que me hizo mi amigo. ¿Les has perdonado? ¿Has perdonado a tus compañeros del colegio?. Me quedé callado. Me dijo -contesta. Pero mi silencio ya había hablado. El suero de la verdad actuaba sin piedad.





El otro día buscando en Facebook descubrí un grupo sobre el Colegio donde yo deambulé siete años. Con miedo me metí. Con el mismo miedo que tenía unos metros antes de la enorme puerta de hierro que abría ese otro mundo al que ninguna mañana quería ir. Allí estaba yo, el Bruno de doce años otra vez ante la puerta. Cerrando los ojos fuertemente y pensando "si cayera un diluvio universal se suspenderían las clases" Había visto en una película que si pedías las cosas muchas veces y muy concentrado se cumplían. Otra mentira del cine que me ayudó a sobrevivir. Una vez, con los ojos cerrados fuertemente sentí unas gotas de lluvia sobre mi cara. Donde yo vivía la lluvia era algo común durante todo el año, pero en mi oscuridad pensé que lo había conseguido, luego una torta en mi nuca y un grito "!Despierta atontado!" me devolvió a la realidad. A la puerta de hierro.


Y allí estaba yo en mi puerta virtual del facebook. La primera foto que vi eran unas vistas del colegio. Allí estaba igualito que cuando lo dejé. Me dio la sensación de estar otra vez dentro. Todos mis recuerdos se agolparon en mi mente. Comencé a escuchar las voces de aquella etapa, incluso sonó el timbre que anunciaba el final del recreo y mi alivio. En clase me sentía protegido por la mirada del Hermano de turno que no permitía que nadie me hiciera nada, pero en el recreo todo podía pasar, el patio era muy grande y al Hermano Marista mas mayor lo tenían de vigilante del patio. Lo cual significaba que aquello era una ciudad sin ley. 30 minutos para buscar un sitio donde pasar desapercibido.

Una esquina en un patio abierto, un campo de batalla sin trincheras y yo cerrando los ojos y pensando fuertemente "que suene el timbre ya". Y a veces tardaba una eternidad en sonar.




No, no les he perdonado. Quizás porque tampoco yo me he perdonado.


En aquel Facebook me encontré con una foto tipo orla de todos los compañeros de mi clase.


Solo con verles la cara sabía su nombre y apellidos.


Estoy seguro que ninguno de ellos recuerda mi nombre.


Pensé en poner esa foto de mi clase ilustrando mi entrada.


Pero si yo he cambiado tanto, seguro que ellos también. No sería justo.


Por eso he puesto una foto de mi colegio. Ya no existe.


Lo tiraron e hicieron apartamentos.


Solo queda en las memorias de los que lo habitamos.


No me atrevería a volver, aunque me jurasen que tiraron aquella puerta de hierro.


Solo por facebook.


La memoria de los cobardes.









Para Pano, por buscarme.














lunes, 2 de mayo de 2011

MENTIRAS PIADOSAS




Llevo tiempo sin escribir. Me he puesto muchas veces delante de este ordenador con la pantalla en blanco y no he sido capaz de escribir nada. Ni una miserable linea. Cuando uno no tiene nada que decir es mejor que se calle.



He ido cambiándome de ciudad hasta encontrar mi sitio. Dejando amigos, lugares y recuerdos colgados. Dejando cadáveres allí por donde pasé. Dejando mentiras sueltas, verdades a medias. Tanto es así que hoy en día ya no sé quien sabe que soy gay y quien no. Así que cuando veo a algún amigo después de mucho tiempo no recuerdo la información que tiene, entonces cuando inicio la conversación me pongo mi escudo y esquivo todo lo que puedo las preguntas sobre mi vida sentimental ¿ya tienes novia? --bueno, tengo pareja. Y en función de la cara que ponga sigo por la verdad o vuelvo a la mentira. Y cuando vuelvo a la mentira vuelvo a sentirme un niño perdido otra vez. Y me siento mal. Me hago pequeño. Y vuelven mis miedos. Y me da angustia. Y todo lo que creía superado se me derrumba otra vez. Y tiemblo.


A fuerza de mentir toda mi vida me hice un experto. Está mal que yo lo diga, pero soy muy bueno mintiendo. Puedo contarte la mentira mas grande del mundo sin pestañear. Llevo haciéndolo desde que era un niño. Mentí a mis padres, a mis amigos, a una novia que tuve, me mentí a mi mismo, mentí en la escuela, mentí a los curas, mentí a mi mejor amigo y al peor también le mentí, mentí a mis hermanos. Mentía tan bien que yo mismo me lo creí todo.


La mentira es un arma peligrosa. Cuando lo haces una vez ya no te importa repetirlo mas veces. Es una solución barata a corto plazo. Te soluciona el conflicto. No cuesta nada decir "me gustan las chicas" y que siga el mundo su rumbo. Pero a largo plazo te pasan factura. Cuando vuelves la vista atrás te sientes un cobarde.


Pero es que si hubiera dicho a mis compañeros de clase que era marica me hubieran tratado peor todavía. Y a mis amigos me daba pánico, me hacían mucha falta y tenía miedo de perderlos.Me costaba mucho hacerlos para luego dejarlos escapar. Con mis padres no pude. No quería arruinarles la vida. Tenían planes mejores para mi y no quería defraudarles. Todo eso me creó una inseguridad tan grande que me tuvo escondido muchos años viendo la vida desde fuera, sin mojarme, sin participar convirtiéndome sin darme cuenta en un gilipollas. Por suerte un dia decidí poner un pie en la realidad y metrallear mi verdad a quien quisiera escucharme. Y tuve que pagar la penitencia de todas las mentiras que sembré en mi pubertad.



Todavía lo sigo haciendo.


Sigo pagando peaje.


Pero ya no miento.

Alguna mentira piadosa.

Pero solo por vicio.


Nadie es perfecto.



Para el Fletxa, por su llamada del otro dia












domingo, 17 de abril de 2011

SOY UN GOONIE!!!


Cuando era pequeño, tan pequeño que aún creía que podía volar a través de la pantalla del viejo cine de mi barrio y convertirme en un goonie me creí el niño mas feliz del mundo. Durante dos horas a la semana. El tiempo que duraban mis sueños de celuloide. Allí en aquel cine de butacas de madera donde las entradas para niños costaban los mismo que una palmera de chocolate vivió el Bruno que nadie conocía. El Bruno que deseaba que nunca terminase la película para regresar al mundo donde no era el goonie salvador de su casa y la de sus amigos, allí donde no era el amigo de E.T el extraterrestre, en aquel mundo real donde no acompañaba al guerrero Atreyu a salvar al pais de Fantasia de las garras de la nada. Prefería quedarme en aquella butaca de madera empalmado imaginandome en brazos del mas guapo de los goonies (Mikey) o bésandome con Bastian en nuestra Fantasía, que era un mundo gay donde todos me respetaban. Pero ese mundo solo tenía los centímetros que ocupaba mi culo durante las dos horas que cada domingo me dejaban escapar de mi prisión para volar con todos mi héroes que formaban mi cuadrilla de amigos y que hoy en día lo siguen siendo, y cuando la tele recupera alguna de esas películas que me hicieron mi adolescencia mucho mas facil no puedo evitar pensar en Bruno, en aquel pequeño Bruno que se quedaba solo en el cine viendo los titulos de creditos de después de la pelicula, empalmado porque su imaginación había vuelto a jugarle una mala pasada, acostándose con alguno de aquellos guapos protagonistas que hollywood había puesto en bandeja en aquel cine de barrio donde todos los domingos a las cinco de la tarde viajaba a lugares de donde nunca quiso volver.

Un domingo me enteré que cerraban aquel cine. Entonces me quise convertir en un goonie y buscar el tesoro que salvase mi sitio favorito y que de paso me salvara a mi. Pero no hubo tesoro ni barco pirata ni final feliz porque mi vida no es una pelicula americana.

Y cerraron el cine, en la ultima sesión volvieron a repetir los Goonies, y en la escena final donde salvaban sus casas lloré. Lloré porque creí no encontrar el tesoro. Pero lo tenía en mis manos. El tesoro era todo lo que aquel cine había echo por mi. Tenía que dejarlo caer para yo seguir creciendo.

De mayor he seguido yendo mucho al cine. Y me sigo quedando en los títulos de créditos.

Porque me sigo empalmando.

Y siguen tirando cines.

Y yo sigo viendo barcos piratas alejarse en el mar.

sábado, 9 de abril de 2011

AMOR DE VERANO



Yo soy de invierno. Me gustan los días de lluvia, el sol detrás de las nubes, la nieve, el frío cuanto más mejor, los chicos con la nariz roja y vaho en la boca. Me encantan los abrigos, los charcos que salpican, la prisa cuando llueve, el pelo mojado, la luz de los días nublados, el color del mar cuando no hay cielo azul. Me gustaría 11 meses de invierno y uno de verano, para echarlo de menos.


Digo todo esto en mi defensa, en la defensa del mejor verano que recuerdo y que quise que nunca terminara. El único verano que pasé frío por dentro. Ese frío que nadie puede tapar, el frío que te hace tiritar el corazón, hielo en cubitos. Invierno en la sangre a 40 grados en la realidad.


Se llamaba Samuel tenía un año mas que yo, 17 y me prometió hacerme el chico mas feliz de mi barrio. Era el mes de agosto mas caluroso que se recordaba en San Sebastián. Yo bajaba todas las tardes a la playa, me gustaba sentarme en la toalla y leer un libro mientras mis ojos perseguían los cuerpos semi desnudos de todos los chicos que abarrotaban la playa en busca de agua donde remojarse. Yo necesitaba una ducha de agua fria cada cinco minutos. De pronto un eclipse solar en forma de chico me hizo sombra en mi metro cuadrado de toalla. Venía empapado de agua y sus gotas empezaron a mojarme a mi y a mi libro. Iba a enfadarme cuando le miré a los ojos y no pude articular palabra. Fue él el que habló. Yo permanecía hipnotizado por ese chico de acento andaluz que se dirigía a mi en términos que nunca había recibido por parte de nadie. Me dijo cosas como que hacía tiempo que me venía observando y que no se atrevía a acercarse a mi. ¿perdona? ¿hola? Si alguien me despierta...lo mato.


Desde aquel día todas las tardes nos dábamos un paseo a la orilla de mar hasta llegar a un lugar de rocas peligroso donde rompía el mar con bravura y que era poco frecuentado por la gente y allí a veces me cogía durante dos o tres segundos de la mano o me robaba un beso de un segundo que casi no tenía tiempo de paladear pero que me hacia sentir el adolescente mas feliz de mi barrio. Allí sobre aquellas rocas comenzamos a planear nuestro futuro juntos. Él que me llevaba un año me protegía de todos mis peligros y me pintaba un futuro juntos que me produjo insomnio aquel verano, solo pensaba en el.


Todos los días esperaba la hora para verle e irnos a pasear a aquellas rocas donde durante unos segundos nos sentíamos libres para amarnos ajenos a aquella sociedad que unos metros mas allá se bañaba en el verano mas caluroso del siglo.

Una tarde me cogió de la mano y me regaló un colgante con medio corazón. Todo lo cursi que se podía ser a los diecisiete. El se quedó la otra mitad y me dijo que si quería mañana me esperaba en la estación de tren para escaparnos juntos. Yo que llevaba ya varios días deseando oír algo parecido le dije que si. Aquella noche en mi casa me preparé la mochila. No recuerdo bien lo que metí pero no creo que hubiera sobrevivido mucho tiempo con aquello. Y me fui a esperarle a la hora citada como la penelope de serrat.


Pero no apareció. Ni él ni su mundo maravilloso que tenía guardado para mi.

Regresé a casa en el mismo instante en que se acababa el mejor verano de mi vida, allí todo transcurria igual, nadie me había echado en falta esas horas que estuve a punto de dejarlo todo por amor. Nunca volví a verle. Se lo tragó la tierra.


Un conocido común me contó hace un año que se casó con una chica. Y que llevaba colgado del cuello medio corazón. Yo no. El mio se quedó en aquella estación donde se quedaron mis sueños.


Me acordé hoy de Samuel porque volvió a hacer mucho calor. Por eso prefiero el invierno. Y sus sabanas frías y el calor de los abrazos.




Bucearon contra el Everest y se ahogaron

nadie les enseñó a merecer el amparo

de la Virgen de la Soledad

que pequeña es la luz de los faros

cuando sueñas con la libertad.


Joaquin Sabina

domingo, 3 de abril de 2011

MUJERCITAS



El primer libro que cayó en mis manos fue el de "Mujercitas".

Todavía me recuerdo tumbado en la alfombra de mi salón leyendo las aventuras de esas mujercitas que siempre quise ser.

Yo me sentía Jo. Siempre escribiendo teatrillos que luego interpretaba junto a sus hermanas. Jo quería ser chico y esa doble personalidad que ejercía muy valientemente para la época de la novela siempre me sedujo y quizás fuera el personaje que más me acercó a mi homosexualidad. Yo me enamoré de Jo porque en mi imaginación era un chico y la realidad de la novela, donde era la mas imaginativa de las cuatro hermanas me permitía de cara a mi mente todavía confusa con respecto a mi sexualidad amarle con la libertad que aquella sociedad que me rodeaba todavía no me permitía con un chico. Incluso cuando mi madre me preguntaba que era lo que me tenía atrapado devorando ese libro le decía abiertamente que me había enamorado de la personalidad de Jo que era una forma tramposa de presentarle a mi primer novio oficial. Hubiera dado todo por poder trasladarme a aquella América de 1861 y sentarme junto a mis mujercitas a la orilla de la chimenea mientras nevaba en la calle leyendo las cartas que les enviaba su padre desde el frente donde combatía en la guerra de la secesión. Aunque yo si me hubiera casado con el joven vecino Laurie. Recuerdo el olor de ese libro. Una noche mientras leía una aproximación de Jo y Laurie, que para mi mente eran dos chicos me empalmé. Estaba en mi cuarto y tuve que hacerme una paja. Allí, debajo de mis sabanas imaginandome una escena tórrida de amor. En el momento de mayor excitación un segundo antes de que me corriera entró mi madre en mi cuarto.

-Apaga la luz y a dormir.

Mientras yo me corría encima de la pagina donde estaba leyendo e intentaba disimular mi cara de puro placer y sacar una voz relajada que dijo.

-Ya terminé.

Aquel libro se quedó siempre con dos paginas pegadas con mi pegamento de semen y nunca las quise separar por temor a romper mi libro favorito así que nunca supe como acababa aquel encuentro entre Jo y Laurie. No se cuantas veces me leí aquel libro saltándome siempre aquellas paginas de las que intentaba pasar rápido si leía el libro en publico porque siempre me remitían un fuerte olor a semen, o como diría yo en aquella época "huele a polla". Seguramente fuera mi imaginación la que me traicionaba exagerando el olor pero el día que vi a mi madre leyendo el libro casi me da algo.

- Tenías razón, esta muy bien este libro de las mujercitas, pero Jo es un poco marimacho, no?

En ese momento llegaba a las páginas pegadas que ni corta ni perezosa tiro de ellas sin miedo y rompiéndolas.

_ Que asco, que se te ha caído aquí? Yo, fingiendo indignación le cogí el libro violentamente -Ya me lo has roto. Y me lo llevé a mi cuarto. Seguía oliendo a semen pero pude leer lo que pasaba entre los dos. Josephine, mi Jo, le daba calabazas al pobre Laurie y el único sexo que tuvieron los dos fue el tiempo que esas páginas estuvieron pegadas por mi semen adolescente.

Años después mis amigos me regalaron una edición de lujo de Mujercitas. Lo releo muchas veces. Abro por cualquier parte del libro y leo un trozo. Como una biblia. Cuando el azar me lleva a las escena de mi masturbación sigo oliendo a semen.

Y me gusta. Me lleva otra vez a mi alfombra donde me tiraba con mi libro favorito.

Pero ya no me excita.

He perdido la inocencia pajillera de mis trece años.

Ahora necesito de internet, o de Brent Corrigan, o de mi novio para masturbarme.


Y eso ya me jode mas.